CAPITULO 17

Podía escucharla en la cocina y sin poder aguantar un minuto más me enrollé el toallón a la cintura y fui a su encuentro. Abrí la puerta lentamente y me quedé embobado con su imagen. De espaldas, con sus perfectas piernas al descubierto, la bata rozándole las nalgas. Contuve el aliento un minuto y entré. Había puesto música que sonaba como a la distancia. Me acerqué despacio y puse ambas manos a los lados de sus muslos, subiendo despacio por su piel, levantándole la bata. Ella ladeó un poco la cabeza y soltó una carcajada.
-Parece que tenés mucha hambre- dijo riendo
Con un rápido movimiento giró sobre sí misma hasta quedar de frente a mí. En las manos tenía un pote de crema y una frutilla. De un salto se sentó en la mesada y se metió la frutilla en la boca. Estaba claro que quería matarme lentamente. Ver sus carnosos labios alrededor de la frutilla hizo que mis sentidos se estremecieran. Luego puso un poco de crema en su dedo y me la pasó por la boca. Cerré los ojos cuando acercó su boca y la entreabrió, limpiándome la crema de los labios. Emití un jadeo lastimero. Ella me desarmaba por completo. Entonces con una mano retuve su mandíbula, besándola con más ganas de comérmela que otra cosa. Sentí su lengua jugueteando con mi piercing y sus manos desprendiéndome el toallón. Nos besamos furiosamente, mientras yo tiraba de la bata, para que cayera de una vez y así poder admirar nuevamente su sublime anatomía.
La embestí ahí en la mesada misma, ella tuvo la precaución de apoyar una mano en el borde de la mesada sino hubiéramos terminado en una posición realmente incómoda.
Alcancé a ver como se mordía el labio inferior y eso me excitó aún más de lo que ya estaba.
La levanté en vilo, con mis manos firmemente apoyadas en su hermoso traste y la poyé contra la pared. Soltó un suspiro y clavó sus uñas en mi espalda.
Era enloquecedora la necesidad que sentía de poseerla por completo. Como si quisiera meterme dentro de su cuerpo. Sentía que la sangre me hervía y sus jadeos me volvían loco. Puse sus manos por encima de su cabeza, sosteniéndolas con una mano y recorrí sus pechos con mi boca, ansioso y a la vez desesperado.
“Say so, you want to…Say so, you want to…”
La música estaba en perfecta sintonía con la situación, haciendo que la escena fuera preparada de antemano. Pude sentir como se estremecía de gusto, jadeando y susurrando mi nombre. Acabamos haciendo el amor escandalosamente, como si fuera el último día sobre la tierra, con una urgencia casi desgarradora, abrasándonos de calor y deseo y muriéndonos de amor en el piso de la cocina….

-¡Vaya son las 6 de la mañana!- dije mirando el gran reloj que había en una de las paredes de la cocina.
Estábamos sentados en el piso de la cocina, abrazados y comiendo frutillas con crema.
-¿Tenés que irte a algún lado?- preguntó chupándose un dedo lleno de crema
-Estoy donde quiero estar, de verdad que no puedo imaginarme un lugar mejor…-dije manchando la punta de su nariz con crema.
Ella rió e imitándome hizo lo mismo con mi nariz.
-Estoy algo…cansada-dijo haciendo un gesto con la mano.-Vamos a la cama…-y diciendo esto se puso de pie y me agarró del brazo arrastrándome con ella.
Nos acostamos y nos tapamos, ella se pegó a mi cuerpo, apoyando su cabeza en mi pecho. Era increíble estar así. Era una sensación totalmente nueva para mí. Siempre había tenido aventuras de una noche, con algunas chicas a veces nos volvíamos a ver, pero estar así, disfrutando plenamente de la compañía de otro y que ese otro fuera ella era simplemente espectacular. Hundí mi nariz en su pelo y aspiré profundamente. Y nos dormimos.
Cuando desperté ya era tarde. Miré el reloj despertador. Las 12 del mediodía. Había dormido bastante. Mi hermano a esta altura estaría llamando a la policía. Me giré y la vi durmiendo a mi lado, de costado, dándome la espalda. Me acerqué y le di un beso en el hombro. Ella se movió.
-Buen día hermosa- le dije mirándola
-Hooolaaaaa-dijo girándose y besándome.
En eso estábamos cuando sonó su celular. Se separó de mí de mala gana y atendió.
-Hola- dijo pasándose una mano por la frente- Bill! Hola…¿cómo estas?- dijo mirándome.
-¿Qué? ¿Tom?...no, no sé nada…debe estar con alguna chica- Hice una mueca Bill…¿hoy?¿cuándo?...bueno, está bien…en un rato estoy por ahí…chau- y cortó.
Se quedó mirando el celular y luego se levantó.
-Era Bill- me informó a pesar de que estaba a su lado mientras hablaba- dice que quiere hablar conmigo…
Suspiré y me levanté, casi de mal humor. Mi hermano sí que sabía como arruinarme el día. Me encogí de hombros y me agarré la cabeza con las manos.
Ella se agachó a mi lado y me obligó a mirarla.
-Hey, Tom…no te pongas así…sabías que tarde o temprano esto iba a pasar…aunque ya sé que me va a decir- dijo corriendo la cara para que no viera que estaba mal.
-Kessi…vos ¿lo amas?- pregunté
Ella se levantó y se sentó a mi lado.
-Tom, yo no puedo mentirte, decirte que no me pasa nada cuando lo veo sería hipócrita, pero las cosas cambiaron, él no me ama, y yo contra eso no puedo hacer nada, ¿entendés?...no sé que hacer- dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.
Otra vez esa sensación de vacío, me odiaba por haber creído que ella me amaba o que podía llegar a sentir algo por mí. Me levanté y me vestí con mi ropa que estaba húmeda y sucia. Ella se quedó ahí, llorando en silencio y haciendo que mi corazón se rompiera un poco más. No quería…no podía consolarla. No. Eso era admitir que ella amaba a Bill y no a mí. Eso sería admitir que me mandé la cagada más grande de mi vida, aunque también la que más había disfrutado.
Salí de la habitación enojado con todo el mundo. Con Bill por no corresponderle, porque de haber estado en su lugar sería el hombre más feliz del universo, con ella por hacer que la amara de forma desesperante, y conmigo…principalmente conmigo, por no poder ni saber como controlar todo el amor que sentía por dentro.

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