Se recostó a mi lado, con las manos detrás de su cabeza y las piernas cruzadas. Mirando el techo los dos.
-¿De qué querés hablar?- le pregunté tragando saliva.
-Mmmmm, a ver...de vos! Contame algo sobre vos…
-¿Sobre mí?-pregunté girando la cabeza para mirarla. Ella estaba a unos centímetros, podía sentir el calor de su piel. Me estremecí involuntariamente. Y mi corazón empezó a latir con fuerza. Ella me miró. Sus ojos parecían aún más claros que de costumbre. Giré la cabeza hasta quedar en la posición original. Entonces ella se puso de costado, apoyando un codo en la cama para hacer equilibrio.
-Si…de vos, vamos...no es tan difícil!- dijo mirándome.
Yo trataba de mantener los ojos fijos en el techo. Porque me conocía, y porque la situación se estaba haciendo insostenible. Suspiré casi en forma exagerada y me puse a juguetear con el piercing. Era un reflejo que tenía. Cada vez que no sabía que decir o estaba ligeramente incómodo hacía eso.
-No hagas así- me dijo ella dándome un ligero golpecito con la mano que tenía apoyada en la cama.
-¿Eh?- dije mirándola con sorpresa.
Y entonces ella se inclinó y me dio un suave beso en los labios. Yo sabía que ella era de sorprenderme con sus reacciones, pero ni en mis mejores fantasías había esperado algo así. Era perfecto. Su boca era perfecta. Como no me lo esperaba me quedé momentáneamente petrificado, pero mi boca había esperado tanto por ese beso que creo que se largó por su cuenta. Entreabrí mi boca y puse sentir su lengua, su sabor me pareció lo mejor. Moví mi boca lentamente, reteniendo su sabor, explorando su hermosa boca. Fui incorporándome sin dejar de besarla hasta terminar yo en la posición que ella estaba y ella acostada. No quería abrir los ojos, por miedo a que todo fuera un sueño, y se terminara…
Ella me besaba con una suavidad increíble, con una mano apoyada en la cama y la otra en mi mejilla izquierda. Sentí un escalofrío que me recorría la columna, haciendo que mi corazón diera saltos alarmantes. Nunca me había pasado algo parecido. La cabeza me ardía, un vértigo inexplicable se había adueñado de mi cuerpo. Me separé de ella y me mordí el labio inferior. Ella abrió los ojos y sonrió de costado. Y entonces no dudé más. Volví a besarla, esta vez con más rudeza pero sin hacerle daño. Ella puso una mano en mi nuca y me devolvió el beso. Mientras la besaba acariciaba su hombro, esa piel suave…bajé mi boca y besé su piel, olía a jabón de almendras, sólo podía contemplar lo maravillosa que era, no entendía como la gente no enloquecía de amor cuando caminaba por la calle, si yo me incendiaba por dentro con solo verla, como había soportado mi hermano sin volverse loco, si yo ya esta totalmente perdido por ella. Estaba muerto por ella, ella me producía un dolor que me era imposible ponerlo en palabras, era un dolor constante, muy adentro, que me consumía y que tarde o temprano iba a terminar matándome.
Besé su hombro y con un rápido movimiento le saqué el toallón. Su cuerpo desnudo era un espectáculo. Si cierro los ojos todavía lo puedo ver, puedo describir con presición cada una de sus depresiones, sus formas…
Besé con avidez su cuello, sus hombros, su pecho, su cintura…sumergiéndome en el fantástico olor que despedía su piel. Ella suspiraba y cada vez que podía me agarraba de la cara para besarme. Aquello no podía estar pasándome a mí. Toda la escena superaba por mucho mis fantasías. Había soñado tanto con tenerla así que ahora todo parecía irreal. Se abrazó con sus piernas a mi cintura, dándome la pauta de que pasara al siguiente nivel. Lo hice lentamente, entrando casi con timidez, con el corazón a punto de saltarme del pecho y el cerebro en otra galaxia. Podía sentir como su espalda se arqueaba y sus músculos se tensaban. Era increíble, ella acariciaba mi espalda con las yemas de sus dedos, bajando por la línea de mi columna, jadeando entrecortadamente. Besé su cuello, despacio, mientras me estremecía involuntariamente, entonces ella hizo un rápido movimiento y me tumbó hasta la posición que estaba ella. Agarró mis manos y las subió hasta mi cabeza, mientras me besaba, con besos ansiosos, en la boca, la cara, el cuello, el pecho. Cerré los ojos, entregándome a lo más espectacular que me había pasado.
-Te amo…- susurré con las pocas fuerzas que me quedaban
Ella no dijo nada, sólo se limitó a mirarme y agarrando mi cara entre sus manos acercó su boca a la mía y me besó.
Esa noche me marcó a fuego. Y desde ese día no pienso en otra cosa que no sea ella.
Más tarde, yacíamos los dos acostados, desnudos, ella recostada de lado, con su pierna izquierda sobre las mías, acariciando mi pecho con sus dedos.
Mi corazón había casi recuperado por completo su ritmo normal y no podía elegir un mejor lugar para estar. Ahí, acostado con ella me sentí realmente feliz.
Entonces ella levantó su cara y me miró.
-Tom… ¿qué vamos a hacer ahora?
La miré sin responderle. Estaba tan absorto en lo que había pasado que en mi cabeza no había espacio para nada más que ella.
Mi lugar en el mundo estaba a su lado. Y si en ese momento me hubieran dado a elegir entre todo lo que me esperaba con la música y estar con ella, ahí, para siempre, no hubiera dudado un solo minuto. Eran ganas de reír y de llorar al mismo tiempo. Eso era lo que sentía. Ganas de besarla hasta el cansancio, de amarla infinitamente. De sentir su aliento en mi cuello, su boca en la mía, sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus manos en mi espalda, su risa en mi alma…
Y entonces caí en la cuenta de que estaba enamorado por primera vez. Y Fue una revelación, porque ya nada tenía sentido, sólo estar con ella, en esa cama. Y a eso se le sumó otro sentimiento, más real y más doloroso que los anteriores. El miedo de perderla.
Sonreí sin ganas, pensando en todo y a la vez en nada. Pensé en mi hermano. En cómo se habían ido dando las cosas, sin siquiera planearlas. Todos éramos parte de un juego que ninguno había elegido jugar. Bill, Danz, Kessi y yo.
-No sé…sólo sé que te amo…-dije evitando mirar esos ojos peligrosos.
Acercó su boca a mi pecho y me dio un fugaz beso. Se incorporó lentamente, sin siquiera taparse ese cuerpo de locura que me hacía estremecer de deseo.
Fue hasta el perchero y se puso una bata corta del color de la sangre, que contrastaba con su pelo casi dorado.
-Voy a preparar algo para comer- dijo lanzándome un beso.
Me quedé viendo como desaparecía tras la puerta y apoyé mi cabeza en la almohada, sonriendo.
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