CAPITULO 4

Salí de la habitación con los puños apretados, admito que mi comportamiento era bastante infantil, pero realmente me gustaba esta chica. Nunca me había pasado algo parecido y me sentía humillado y decepcionado. Salí a la calle sin saber muy bien que hacer y entré a caminar sin rumbo fijo. Por suerte me encontré con Georg. El si sabía cómo levantarme el ánimo. Siempre me hacía reír y era un amigo de fierro. En las giras siempre pasábamos mucho tiempo juntos y eso hizo que fuéramos muy unidos. Por lo general teníamos el mismo tipo de humor y molestábamos a Bill y a Gus, que siempre decían que éramos dos chicos.
-Hey, ¿qué andas haciendo?- preguntó cuando me vio
-Nada...salí a caminar…este calor me tiene mal!
-Bueno, entonces vayamos a tomar algo…
Nos sentamos en un bar y tomamos unas cervezas bien heladas. Hablamos del disco que nos tenía como locos y discutimos un par de ideas para plantearles a los chicos.
A medianoche decidí volver a casa, estaba todo en silencio por lo que supuse que Bill no había llegado de su “cita”.

La cosa es que ellos se pusieron a salir y me la encontraba en casa a todas horas. Y siempre me pasaba lo mismo cuando la veía...me paralizaba. Trataba de evitarlos a toda costa, aunque quedara como un antisocial y antipático. Pero no podía controlarlo.
Pasaba las noches en vela, escuchándola en la habitación de al lado, me dolía escucharla reír. Tenía una risa escandalosa y por ende contagiosa, pero a mí me parecía la más hermosa del mundo. Entonces los días pasaban.
Una noche llegué lo suficientemente tarde para no tener que encontrarlos despiertos.
Abrí la puerta despacio tratando de no hacer ruido y me los encontré mirando una película.
Traté de que no me vieran pero cerré la puerta demasiado fuerte y Bill se dio vuelta y me hizo señas de que me acercara.
-¡Tom! Llegaste! Vení..sentate con nosotros…
Accedí de mala gana, pero evidentemente no soy tan buen actor como yo pensaba. Trataba de parecer simpático pero sin resultados. Por dios, esta chica era un espectáculo!. Tenía puestos unos shorts rojos cortitos, de algodón y una remerita blanca con la cara de James Dean. Tenía unas piernas perfectas. Traté de concentrarme en los cuadros de la pared pero me fue realmente difícil.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- me dijo ella parándose y dándome un beso en mejilla.
No tendría que haberlo hecho ya que el corazón casi me salta del pecho.
Basta. Ella era demasiado para mí. Hasta su perfume me volvía loco.
-Ehh, bien-dije cuando el alma me volvió al cuerpo.
Me senté en uno de los sillones, tratando de quedar lo más lejos posible de ella y su envolvente persona. Traté de concentrarme en la película. Pero fallé. No entendí una papa de nada. Después pedimos pizza y comimos. Bah, ellos comieron. Yo no podía moverme. Sólo tenía ojos para ella. No sólo era hermosa, sino que también era graciosa e inteligente. ¡Vaya combo explosivo!
Hasta ahí soporté todo de una manera admirable, pero Bill tenía que cagarlo todo cuando se le ocurrió la maravillosa idea de…BESARLA!
Ella por supuesto le correspondió, después de todo era su novia, pero yo me sentí un payaso. Solo, mirando como disfrutaban de “su” beso. Tiré la porción de pizza a medio comer y me levanté.
Los dos me miraron sorprendidos.
-Epa, qué pasa?- preguntó mi hermano con cara de “no entiendo nada”
-Nada…me voy a dormir…
Y salí dejándolos más confundidos que antes. Antes de que la puerta se cerrara escuché que ella le decía: “me parece que no le caigo muy bien que digamos…”
Encima ella pensaba que era alguna especie de ogro moderno. Todo me estaba saliendo mal.
Me duché y me acosté en boxers, prendí el aire acondicionado porque corría el riesgo de morirme calcinado. Todavía podía escuchar sus risas en el piso de abajo. Cerré los ojos y traté de dormir. Cosa que creo me funcionó porque desperté a las horas. Maldito calor! Era infernal!
Me levanté a tomar agua. No se escuchaba nada, así que asumí que los “tortolitos” dormían. Bajé las escaleras tratando de no hacer crujir la madera. Al principio no la vi, estaba bastante dormido todavía. Abrí la heladera y me serví agua en un vaso. Cuando me di vuelta casi me da un infarto. Estaba sentada en la mesada, con la cabeza apoyada en la alacena y mirando para afuera. Tenía una pierna poyada en la mesada y comía un chupetín. Parecía una aparición…perfecta.
Giró la cabeza y me vio. Abrió los ojos de la sorpresa.
-Tom! No te vi!- dijo sonriendo.
Debía parecer un imbécil ahí parado, mirándola.
-Y Bill?- pregunté tomando un sorbo de agua, para disimular la turbación que sentía.
Lanzó una risita e hizo un gesto con la mano.
-No daba más pobre…se quedó dormido en seguida…
Bajó la pierna que tenía apoyada en la mesada hasta quedar sentada en el borde.
-No podés dormir?- le pregunté mirando hacia la ventana para no tener que mirarla a la cara.
-No mucho…hace demasiado calor…y además estaba pensando en el ensayo…
-Ensayo?- pregunté fingiendo interés
-Sí, bueno, la historia es larga, no sé si tu hermano te comentó algo...pero en resumen nosotros hacemos clown y bueno, nos contrataron para hacer el show con una banda…acrobacias, malabares…en fin...de todo un poco.
Me acerqué hasta quedar a unos centímetros de ella y me apoyé en la mesada.
-Ah, eso es genial!-dije
Ella me miré y me sonrió. Casi me desmayo.
-Sí…supongo que está bueno…sólo espero que todo salga bien…ensayamos mucho para esto…
-Vas a ver que todo sale bien…
Nos quedamos en silencio por un rato, aunque yo me hubiera quedado ahí con ella para siempre.
Entonces ella levantó la cabeza y me miró.
-¿duele?- me preguntó señalando con la mano el piercing de mi boca.
-¿El piercing?- pregunté jugueteando con él- no…no duele nada.
-¿Puedo?- dijo alargando un dedo hacia mi boca.
Contuve el aliento por unos segundos, mientras ella deslizaba su dedo por mi labio inferior. El contacto de su piel hizo que sintiera como una descarga eléctrica. Me iba a terminar matando.
-¿No te molesta para nada?- preguntó aún con el dedo en mi boca.
Negué con la cabeza despacio, no quería que se acabara el contacto.
-¿Sabés? Siempre quise hacerme uno, pero creo que no soy lo suficientemente valiente para eso.
-¿Hacés saltos triples y le tenés miedo a un piercing?
Ella me miró y ladeó la cabeza.
-¿Te puedo hacer una pregunta Tom?-preguntó con sus ojos fijos en los míos
-Todas las que quieras….
-¿Por qué te caigo tan mal?
Esa pregunta me tomó desprevenido, no sabía que responderle.
-No me caes mal!-dije casi en un grito
-¿En serio?- me preguntó dudando
-No, en serio, es que últimamente tuve algunos problemas…y bue, el carácter no me ayuda.
-Menos mal…a veces sentía que yo era la que te molestaba
Sí, como si eso fuera posible. Sólo me turbaba y hacía que perdiera el habla, me pusiera nervioso y quisiera besarla, pero fuera de eso, nada.
-Perdoname si te hice sentir mal- le dije mirándola de reojo
-Perdonado!- dijo y de un salto se bajó de la mesada.
Pero como la torpeza parecía ser una falla de su naturaleza, pisó mal y nuevamente tuve que agarrarla para que no se cayera de traste al piso.
Ahora tenía su cara a centímetros de la mía, podía sentir su aliento a frutilla y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no comerla a besos ahí mismo.
Ella tiró la cabeza para atrás y lanzó una sonora carcajada.
-Parece que estás condenado a salvarme de que no me mate sola!
-Para ser una persona que vive de hacer saltos mortales no tenés muy buen equilibrio.
-Prometo tener más cuidado…Gracias “mi” salvador-dijo y para mi sorpresa me dio un sonoro beso en la mejilla, que casi me provoca una combustión espontánea.
Salió de la cocina con un rápido movimiento de baile y desapareció tras la puerta.
Me quedé ahí, todavía sintiéndola en mis brazos. Esperé que mi corazón recuperara su ritmo normal y me fui a mi habitación. Esa noche me costó mucho conciliar el sueño, y cuando lo conseguí soñé con ella….

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